miércoles, 20 de julio de 2011

Prefiero no enamorarme...

En 1924, un médico llamado François Boisent enumeró una a una todas las anormalías físicas y mentales que se producen cuando una persona se enamora. Al principio, afirmaba Boisent, el enamoramiento tiene numerosas similitudes con procesos gripales, estado febril, dilatación de pupilas, palpitaciones, sudoración, temperatura alta y dismuinución de pensamiento periférico. El mal de amores cursa los primeros días como un catarro, pero a lo bestia, hasta que el paciente se habitúa a la presencia de la persona amada. Después, los síntomas en lugar de remitir como sucede en los procesos gripales, se multiplican, el enamorado pierde el apetito, pasa las noches en vela con gran ansiedad, y se entrega al aislamiento y a la soledad, y aunque el paciente sabe lo que le está pasando, no hay antibiótico ni antigripal que le alibie. La vida sin la persona amada se convierte entonces en un infierno, en función del organismo afectado, su período de recuperación puede ser de unos días, o convertirse en una enfermedad crónica. Un desasosiego para toda la vida.

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